miércoles, 9 de junio de 2021

 ¡El pollo Goyo! Ya diez años acompañándome en mis fracasados intentos de ser escritora. A estas alturas, creo que me hace falta vivir otro poco para seguir acumulando lecciones y experiencias qué plasmar, pero hoy te leí y me dieron ganas de escribir mi nota bianual para no perder la costumbre.


Si te hubiese recordado hace un par de semanas hubiese escrito letras devastadoras en medio de lágrimas que estoy segura de que nadie quiere leer, y aunque hubiese servido de catarsis, querido amigo, te confieso que yo quiero escribir sobre amor y doy gracias a mi corazón por haber conseguido la voluntad de querer seguir adelante y salir del abismo profundo en el que me encontraba. Te confieso que no quiero volver ahí, pero me estoy haciendo fuerte para que, en caso de que vuelva a caer, tenga las herramientas para escapar volando lo más rápido posible.


Ha pasado tanto en dos años, mi vida dio un vuelco y la mayoría de planes de vida que tenía se fueron al traste. Pero aproveché para seguir cumpliendo algunos que viven dentro de mi desde que tengo conciencia como viajar, nutrirme de nuevas experiencias, personas y paisajes, y seguir recargándome y aprendiendo. Ya vas a ver, me voy a convertir en una máquina poderosa llena de tinta y cosas bonitas. 


Parece que esta nota se va a volver existencial pero mirando atrás no sé si nunca supe vivir bien e iba por el mundo como el dicho “como vaya viniendo vamos viendo” o si en algún punto sucedió algo que me convirtió en una persona que nunca quise ser. Uno de los grandes miedos que tenía en mis peores momentos de mi vida compartida era volverme una viejita amargada, la típica bruja mala de las películas. 


Perdí el brillo, el empuje, las ganas, pero no puedo ser tan exigente conmigo misma, creo que los niveles de exigencia que me di antes ya dieron sus frutos, sobre todo profesionales, y ahora es tiempo de amarme y con mucho cariño enmendar las carencias emocionales que me llevaron al lugar oscuro al que no quiero volver. Es hora de amarme y de mejorar mi diálogo interno. La independencia emocional es prioridad ahora y mientras tanto, estoy también aprendiendo a amar mejor a otros para no cometer los mismos errores del pasado. Basta de mirar hacia afuera y buscar culpables, es tiempo de hacerme responsable de mis acciones y fallos.


Ahora mismo soy de nuevo la esponja informativa a la que le encanta absorber, especialmente asuntos de psicología y mindfulness. Adiós memes chimbos con frases sin contexto, hola carrera de psicóloga frustrada, es hora de ser mi propia terapeuta de por vida (aunque me ha ayudado muchísimo tener a una de verdad). Antes estaba asustada sobre qué iba a ser de mi, ahora con planes a corto plazo y la creencia de que merezco vivir con sentido, se esfumaron los temores y surgió de nuevo la emoción por alcanzar sueños personales y sentir felicidad en los pequeños detalles y recuerdos. 


Hay mucho más, sé que hay mucho más, duelos, mi fijación por la muerte, mi baja autoestima, mis miedos y necesidades, pero ya tengo la energía y el empuje para ir luchando una batalla a la vez y pidiendo perdón a quienes herí en el camino.


Nueva vida, aquí voy. Trátame suavemente.

domingo, 14 de abril de 2019

Extracto - Un día con ella


Tenía mucho sin mantener contacto con ella. Desde que supe que se casó entendí que todo había terminado, ahora solo quedaban los recuerdos. Cuando la añoraba y me recordaba cómo había cagado una relación con el potencial amor de mi vida, y comenzaba a sentirme culpable y con ganas de buscarla, lo único que apaciguaba la llama de la querencia eran los momentos negativos. Cosa rara, el amor. Hace que te vuelvas un tonto, pensando en pendejadas y nubes de corazones, cuando la realidad es que duele tanto como satisface. ¿Por qué para algunos nos es tan fácil olvidar los momentos malos? No es que ella era perfecta, ni que me trataba de las mil maravillas. Sus aires de superioridad a veces, sin querer o adrede, me hacían sentir diminuto, y tal vez por eso me aferraba más a ella, no quería perder a alguien que volaba tan alto. De hecho, la quería tomar de un tobillo para volar con ella, ya que aceptémoslo, yo nací sin alas.

De la nada y por ninguna razón aparente me escribió, estaba en la ciudad y se preguntaba por la posibilidad de verme. De inmediato mi corazón comenzó a bombear más rápido su combustible. No llevaba la cuenta, pero podría asegurar que hace unos 5 años que no la veía. ¿Tendría arrugas, kilos de más, el cabello pintado? ¿O quizás se vería aún más hermosa de lo que la plasman mis recuerdos, como una estrella de cine, siempre perfecta aún en ropa de casa y sin maquillaje? Pronto mis dudas se disiparían, acababa de responderle que nos viéramos en aquel lugar de tragos donde sirven sus mojitos favoritos.

El día se me hizo eterno. Observaba la computadora sin teclear o leer nada en particular, sólo miraba eventualmente a la esquina inferior derecha donde Microsoft marca el día y la hora. Decidí que era mejor enfocarme en trabajar, el tiempo se hace infinito cuando literalmente no estás haciendo nada más que respirar y rumiar. Por algún motivo, tal vez una dosis alta de adrenalina, todo me salió bien, ojalá y todos los días fuesen así de exitosos. Aunque amo el café, no hace ni de cerca las maravillas que ese mensaje de texto. En eso se me hizo la hora de partir hacia el lugar del encuentro y mi corazón volvió a palpitar a mil por hora. Llegué unos minutos antes de la hora acordada y aproveché de ir pidiendo una cerveza. El lugar estaba vacío, apenas estaba comenzando la semana y aún era temprano para quienes, sin importar el día, igual salen de copas o incluso para los que aprovechan las promociones de happy hour al salir del trabajo. Tomé el celular para escribirle que ya estaba en el lugar y a revisar las vidas felices de mis conocidos de Instagram sin dejar de contar los minutos esta vez en la esquina superior derecha de mi celular.

Poco luego de recibir un “Voy llegando”, sentí la sombra de alguien que entraba al local. Aunque estaba de espaldas supe que era ella. ¿Sería el aroma, o mero presentimiento? Se acercó a mi mesa y me tocó un hombro. De inmediato, haciéndome el sorprendido, me puse de pie y le planté un abrazo. Un abrazo que parecía un simple y jovial saludo a un ser querido que llevabas algún tiempo sin ver, de esos que comienzan bien profundo pero que terminan en un balanceo tonto de lado y lado, donde sin saber realmente por qué, terminan riendo las dos partes. Pero también un abrazo que no quería que terminara. Sentir de nuevo tan cerca su pecho apretando al mío, brindándole calma a mi bomba que seguía a mil por hora. El olor de su pelo, su oreja, su cuello, su ropa, todo junto en la más perfecta y única mezcla. En segundos, ese olor evocó mil y un recuerdos, una vez más, todos positivos. Porque en las peleas y dramas no huele sabroso, sólo cuando estás al lado de un gran amor que lo llena todo de flores y estupideces. ¿Por qué no podía oler la mierda que me hizo sentir cuando terminamos? ¿O el desagradable olor a humillación al enterarme de que cuando todo parecía ir perfectamente ella decidió acostarse con otro, hace más de una década? Gracias a mi mente por esos recuerdos. Me ayudaron a enfocarme y salirme de la hipnosis que ahora causaban sus ojos, tan vivos como siempre, y hermosos en una nueva tonalidad de sombras y maquillaje que sólo había visto en unas pocas fotos.

Como pensé, todo comenzó hablando de trivialidades. Cómo está la familia, el trabajo, los sobrinos. Si aún escuchábamos ciertas bandas o compartíamos los gustos del otro. Conclusión, increíble como a pesar de tantos vuelcos y cambios todavía seguíamos siendo en esencia los mismos mocosos de antes. Y al acabarse su primer mojito y mi segunda cerveza, los chistes y de ponernos al día con nuestras vidas, fui al grano con la agridulce pregunta del millón. ¿Y cómo te trata la vida de casada? Dije agridulce porque eventualmente me encuentro preguntándome cómo se llevan, si está arrepentida, si el sexo es bueno, si está feliz con él. Pero también temo que todas esas respuestas terminen siendo algo que no quisiera escuchar. Ya era hora de averiguarlo. Más que detalles, fue muy inteligente al contarme de manera general que era un hombre inteligente, apasionado, trabajador, pero sobre todo muy cariñoso. Más de lo mismo, es lo que aparece en todas las tarjetas de amor, ¿No? No resultó nada doloroso al final de cuentas. Por supuesto que ella aprovechó para preguntarme por mi relación, a lo que sólo respondí con un “bien, lo de siempre”, lo cual no era suficiente respuesta para ella. Comenzó el interrogatorio: Cómo le va a ella, viven juntos, han pensado en mudarse juntos, emigrar, en casarse o tener hijos, son felices, etc. Me sentí señalado porque sé que, aunque todas mis respuestas fuesen vagas, esta mujer y sus dones de psicoanalista estaban generando un reporte mental a partir de ello, y pronto tendría una conclusión que no iba a compartir conmigo. ¿Terminó el interrogatorio? Le pregunté, intentando liberarme del escrutinio. A lo que ella respondió con una sonrisa y un dedo índice en alto en busca del mesero. Un agua mineral y otra cerveza, esto se va a poner raro. Te quería ver porque necesito contarte algo. Quiero que lo sepas primero de mí, estoy embarazada.

Niebla, sordera, sinsabor. ¿Escuché bien? Mi primera impresión fue bajar la mirada hacia su panza. Nada. Solía usar ropa desajustada y cómoda, así que no podía habérmelo imaginado. No sé cuánto tiempo pasé en blanco, pareció una infinidad. Mi primera pregunta, básica como la de cualquier otro ser mundano en el planeta, fue, ¿Cuántos meses? Catorce semanas. Ca-tor-ce semanas, eso era demasiado. Por alguna extraña e incómoda razón quería que se subiera la blusa para ver una panza, sólo así podría convencerme. Aún no sabemos el sexo, pero estamos muy emocionados. Eco. Garganta seca. Sorbo de cerveza. Revolcón estomacal. Su mano en la mía y un “¿Estás bien?”. Ya no podía disimular, no podía intentar recordar el olor a mierda para esfumar el que tenía de frente. Llevé mis manos a mi cara y solté el más humillante sollozo, luego me puse de pie con un ya vengo y me fui directo al baño. No podía mostrarme así de debatido. ¿Qué demonios me pasaba, llorando por una mujer que me montó los cachos, de la que no sabía mucho hace más de 5 años, con quien había terminado hace unos 12, que estaba casada y ahora embarazada? Me miré al espejo y vi a una figura patética, de la que estaba avergonzado, pero también de quien estaba extrañado. ¿Y a qué viene todo esto? Despierta hombre, no es el fin del mundo, por qué esta reacción tan adolescente, ya parezco mi novia que, cuando me hace motines sin sentido y entra en razón, usa la excusa que nunca falla, son las hormonas. Mi novia, pensé en mi novia, es una buena escapatoria. No, no funciona. La gringa, piensa en la gringa. Oh qué hermosos senos, con los pezones más claros y delicados que jamás había visto. Con esos ideales tan de primer mundo, sólo te quiero para coger, estoy pasándolo chévere en la ciudad, no lo arruines para ambos. Bienvenido de vuelta, sosiego. Respiré profundo, me eché agua en la cara y salí con ella bien lavada como si nada hubiera pasado. Ahí seguía ella, cara triste, no esperaba que lo tomara de esa forma. No, no es lo que piensas, estoy muy contento, felicidades, me tienes que contar el sexo cuando lo sepas, El mayor de los éxitos, tus papás deben estar contentos, crece la familia. Con una mueca que asemejaba una sonrisa aceptó la respuesta invitándome a salir del lugar para ir a comer, ya que no podía beber más. Claro, si no tenía otros planes. Pagué la cuenta y salimos del lugar. A dónde quieres ir, no lo sé, llévame a algún lugar nuevo que no conozca. Anduvimos mucho rato en el carro tratando de decidirnos a dónde entrar, mientras ella tarareaba las canciones de la radio e iba recordando los viejos lugares del barrio.

Por fin nos decidimos a la vieja segura, hamburguesas. Como siempre, comió muy lento. Ya los ánimos se habían caldeado, volvimos a ser los mismos amigos, si así se podía llamar nuestra extraña relación, que se robaban papas fritas del plato del otro y se burlaban cuando a alguno le quedaban sobras de salsa alrededor de la boca. Por un momento me sentí en una cita, hacía demasiado que no estaba en una y creo que eso es una fortuna. Entre más pasaba el tiempo más nervioso e inseguro me volvía, y lo más difícil era no demostrarlo porque para todos, yo era todo lo contrario. Volví a ser chamo por ese rato, entre risas y mentepolladas, pero sabía que la historia terminaría pronto. Ella tenía alguien que la esperaba. Le pregunté si quería que la llevara a casa a descansar y me dijo que aún no, lo estaba pasando muy bien y quién sabe cuándo lo volvería a ver. En un par de días terminaba su viaje y debía volver a su hogar, con su marido. Por qué no vamos a un café o un lugar un poco más íntimo. Se está haciendo tarde y las calles se ponen peligrosas, contesté, por qué no conoces mi apartamento, te puedo hacer un té caliente o un Toddy.

Llegamos al estudio que por fortuna estaba relativamente ordenado. Me sentí orgulloso cuando escuché su wow, supongo que nunca pensó que llegaría hasta allí. Y con razón, si hasta hace un par de años que viví con mis papás. A lo mejor ni sabía que tenía mi propio lugar. Se sentó y saqué mi cerveza y un refresco para ella, que fue por lo que se decidió. El ambiente se tornó incómodo, de mi mamá aprendí a no recibir invitados en la casa, pero, cuando lo hiciera, a atenderlos mejor de lo que merecen. Me sorprendí de repetir las mismas preguntas que hacía ella a sus invitados, ofreciéndoles todo lo que tenía en la nevera o lo que pudiera hacer en un periodo corto de tiempo. ¿La ventana está bien así o la abro más, tienes frío o calor? Te puedo traer una manta o un ventilador. ¿Quieres subir los pies a la mesa? Espera, te traeré una almohada. Como al quinto está todo bien, otra tomada de mano, y un relájate sincero, me sentí todo un perdedor. ¿Por qué estaba demostrándole tantas atenciones? Una cosa son la galantería y hospitalidad, pero otra muy diferente era ser intenso y asediante.

De la nada y sin tiempo para razonamientos, sentí la conexión. Sus ojos dulces enfocados en los míos, su sonrisa suave y coqueta, y su respiración calmada que podía sentir al exhalar en mi cuello. Todo se hizo calma y silencio, y yo reconocía perfectamente esa mirada. Era su único instrumento de seducción, cuando éramos novios, sólo bastaba que me mirara de esa manera para revolcarme encima suyo. Así que me fui acercando muy lentamente a su cara para darle el tiempo suficiente de tenerme y salir corriendo, pero eso no sucedió, así que acerqué mi mano que recorrió su cuello para descansar en su nuca justo en el instante en que mis labios tocaron los suyos. Ya no había noticias de embarazo, 12 años de distancia, esposos o novias, sólo éramos ella y yo, juntos de nuevo, como debía ser. Poco a poco el beso se fue haciendo más y más apasionado, a tal punto de explorar con las manos todo el cuerpo. No había tiempo para arrepentimientos. Comencé a desabrochar su camisa y luego me agaché en el suelo para sacarle el pantalón. Luego la tomé de las nalgas para acercarla a mí y quedar más cerca de su vagina y besarla con los deseos reprimidos del tiempo. Sus gemidos y movimientos indicaban un deseo incandescente, como si también hubiese soñado con ese momento por mucho tiempo. Estalló con un grito que me hizo pensar en los vecinos, pero la idea se desvaneció tan pronto como llegó. Me aflojé la correa y mi pantalón y me monté sobre ella, sintiéndome el gigoló más sexy del universo de ver cómo mi ex se derretía ante cada uno de mis movimientos. Había escuchado que a veces las hormonas del embarazo hacen que las mujeres se sientan más cachondas, pero esto era otro nivel. Adiós recuerdos de sexo adolescente apenas practicado. Bienvenido al sexo adulto, pecaminoso y prohibido.

Sólo cuando todo acabó tuve tiempo de observar bien su cuerpo desnudo. Por supuesto que me concentré en su barriga, que sólo se veía un poco inflada, como si hubiera comido mucho y tuviera gases. No podía creer que ahí hubiera una persona. ¿Habrá sentido que ese que estuvo muy cerca de él no es su papá? Sólo espero que haya estado dormido todo el rato, siento vergüenza de alguien viéndome tener relaciones con su mamá, o peor aún, de una tercera persona en esa sala que de repente se me hizo pequeña y sofocante. La culpa estaba tocando la puerta. Qué hacer ahora, qué decir, qué ofrecer. Mientras tanto, parte de su cuerpo descansaba sobre el mío en un medio abrazo con mi mano enredando su cabello con caricias. No sé cuánto tiempo pasó, pero me alegré de escuchar que necesitaba ir al baño. Se llevó su ropa y allí se aseó y se cambió. Mientras tanto, yo también me vestí y saqué otra cerveza, pensando en lo que estaba sucediendo. En ese momento aún seguía siendo mejor la sensación de placer que de culpa. Al salir, la noté peinada y con su maquillaje retocado. Me pidió que le llamara un taxi, ya que no quería que su familia preguntara con quién había salido o de quién era el carro que la había dejado. Ya en el camino inventaría una excusa qué darles en caso de que preguntaran dónde había estado. No quería que se fuera en taxi, era peligroso a esas horas, pero me prometió escribirme apenas llegara a casa. Me dio un abrazo tal y como el del saludo y se marchó, sin más.

Mientras esperaba por el mensaje de texto desmoñé un trozo de sativa e inhalé una gran bocanada, que fui exhalando lo más lentamente posible para relajarme. Lo menos que quería era arruinar el momento pensando en consecuencias o peor aún, en las implicaciones morales de lo que acababa de ocurrir. Una vez en trance, decidí que ese había sido el mejor sexo de mi vida hasta entonces, y sonreí a la sala oscura, a mi cerveza y a mi pipa. Entonces, desperté del trance con el zoom del teléfono. Lo revisé y el mensaje decía: “Ya llegué. Estoy bien. Gracias por el rato, lo pasé de maravilla. No tienes que responder, de hecho, te agradecería si no me escribes, como quedamos. Nada ha cambiado. Te quiero.” Esta mujer es increíble. Sólo ella tiene derecho a venir y descontrolar mi mundo, hacer lo que desea conmigo, y mi único derecho es esperar a que, cuando le dé la gana, me contacte. Tal vez eso es lo que más me gusta de ella, su determinación para hacer las cosas. Su exceso de autoconfianza, pero, sobre todo, que me trate como a su juguete. Después de todo, parece que soy su masoquista.

martes, 9 de mayo de 2017

Un Cielo Lleno de Estrellas

Por estos días hace tres años me encontraba en Francia. Tal vez muchos no sepan que estudié el idioma en una escuela internacional y que esta me escogió una familia de acogida.

Poco antes de viajar, me enviaron la información de esta familia para que me pusiera en contacto con ella, el nombre del contacto era Michelle Le Gall. No tenía idea de qué ni cómo escribirle (no conocía pizca del idioma), así que me ayudé con el traductor de Google y comenzamos a conversar. Desde el inicio, Michelle se mostró muy animada con mi llegada, lo que me hizo sentir muy cómoda.

En todo el tiempo que me quedé, Michelle no hizo sino mostrarme su afecto y cariño. Se notaba que su actitud hacia mí era diferente a la que demostraba a los otros estudiantes que se alojaban en su apartamento. Tiempo después me dijo que siempre había sentido un especial cariño hacia las chicas venezolanas, que éramos amables, cariñosas y especiales. Etendí que de allí provenía su predisposición a quererme sin conocerme tanto.

La comida que preparaba Michelle era única. No se comparaba con lo que vendían a costosos precios en los restaurantes más elegantes de la ciudad. A veces me guardaba para los almuerzos, que no estaban incluidos en el paquete (sólo incluída desayunos y cenas). Cómo no recordar a Michelle que todos los días por dos meses, me preparó algo diferente y más delicioso que lo del día anterior.

Michelle estaba casada con Charles Carbonneaux, mejor conocido como Charlie. Un señor que hablaba poco, veía mucha tele, pero a su manera, mostraba también un interés especial en mí cuando me contaba algunas historias y chistes que a veces no entendía por mi francés básico. Tanto Michelle como Charlie fumaban y pasaban la mayoría del tiempo en casa con su gato, siento que se alegraban un poco cuando llegaba de clases y compartía con ellos en la cena.

El tiempo es tan relativo. Han pasado ya tres años desde que los conocí, sólo por dos meses compartí con ellos, y aún siento un nudo en el pecho cada vez que los recuerdo con inmenso cariño. 

A finales de junio, cuando tuve que regresar, Michelle ofreció llevarme al aeropuerto. No era su obligación, de hecho había que pagarles por el servicio más o menos lo del costo de un taxi, que era de 15 a 20 euros. Ella me pidió no decir nada a nadie o los demás querrían hacer lo mismo, recibir el aventón de gratis.

El camino al aeropuerto fue demasiado triste, pensé que sería bastante dificil volver a pasar por esas calles, sentir ese aroma representativo de la ciudad, compartir con Charlie y Michelle. De repente, sonó en la radio A Sky Full of Stars de Coldplay, era la primera vez que escuchaba la canción. No aguanté más y en silencio lloré. Un poco por agradecimiento a la vida por la oportunidad de haber hecho uno de mis sueños realidad y otro poco por la enorme tristeza de despedirme de ese trozo de vida en el extranjero con una nueva familia. 

Poco antes de irme Michelle comenzó a quejarse de un dolor en la espalda, cuando le decía que fuese al médico, me decía que lo hacía, pero le mandaban a ir al fisioterapeuta. Las terapias le hacían bien pero sólo de momento, el dolor volvía rápidamente. Creo que nadie contaba con que ese dolor era realmente un cáncer que poco tiempo después le quitó la vida. 

En octubre de ese año me enteré, por su hijo Stephen, que Michelle había fallecido. Lloré como si la noticia fuese de un familiar, al fin y al cabo, Michelle era un ser muy querido. Hoy recordé todo esto, puse a sonar la canción, y volví a llorar con su recuerdo.

Michelle es un cielo lleno de estrellas, tal como dice la canción. Espero que allí se encuentre, sonriendo y dando ánimo a Charlie. Lo que sí es seguro es que también está en mi corazón, y será muy dificil que salga de allí.

Pdta: Acabo de escribirle a Charlie vía Facebook, tengo mucho que no sé de él y no me ha respondido. Espero que esté bien y contento.

domingo, 6 de marzo de 2016

L'amour

Pascale. Vetusta Morla. Adan y sus locos con León. Ganar pintas de vaca gracias a Los Caballeros del Zodiaco. Pequeños instantes de felicidad que hacen de este un momento precioso. Bien dice el gran Cortázar en su emblemática obra que a veces uno amanece con ganas de extinguirse. Días de mierda, esos. Pero también hay días en los que todo el romance del mundo pareciera unirse en un mismo pensamiento y brota el amor y el pecho salta de emoción y lo mejor es que no hay razón. O sí la hay, pero es tan sencilla como una adquisición bien sudada o cantar como tus artistas favoritos o enterarte de que el productor de tal canción es uno de tus ídolos. Volver a practicar francés porque empezaste a remedar el idioma y ya quieres hablarlo tan bonito como suena. Tonterías así.


Lo cierto es que hoy desperté con un brote de amor y me provocó escribirlo, ya no en mi piel sino en este olvidado blog que tal vez nadie siquiera lea. Quiero compartir de esta energía universal que hace de los seres humanos una raza avanzada. Porque de nada sirven los pulgares ni la inteligencia para crear y desarrollarse si el sentido del amor hacia lo hermoso que queda y hacia aquellos que forman parte de tu felicidad no se propagara. Gracias Graham, café, gente bonita de mi vida, Dios y el universo, Shiryu, Adara Primavera, Simbad y fotosíntesis.

jueves, 29 de agosto de 2013

Sueño de acción

Me tomaré el atrevimiento de dejar a un lado a mi personaje ficticio para relatar un sueño que apenas hace unas horas tuve y me dejó sorprendida.
Tras meses de confusos sueños propios de un inconsciente alborotado, lleno de ideas y recuerdos, llegó uno que nada tiene que ver con alguna película recientemente vista, o una conversación, sólo algunos aspectos curiosos llego a analizar que sí forman parte de mi vida, pero son sólo detalles.
Resulta que salí de paseo con mis amigos para la UNET, que tenía muchos más espacios abiertos de los que realmente hay, y en todo el día hicimos un maratón de actividades como trotar, jugar volleyball, comer al aire libre, etc. Ya entrada la noche, observamos varios cuerpos sin vida de estudiantes, esparcidos entre los campos cual si una guerra hubiese justo terminado. Ninguno de los que estábamos vio qué sucedió, todos simplemente aparecieron como si nada, con heridas abiertas y sangre a borbotones. Nos reunimos en la entrada principal porque mandaron a desalojar el lugar para que los detectives investigaran y levantaran los cuerpos, y yo me quedé sola sin los amigos. De repente, recuerdo que el maletín que llevaba lo había olvidado en el lugar donde nos sentamos a comer. Me escapo para ver si aún estaba, y en el lugar había una serie de pistas con los nombres de quienes habíamos estado allí, aparentemente la persona nos conocía y estuvo persiguiendo a lo largo del día. Me dio pavor y volví a donde estaba el resto de gente, tomé un taxi para volver a casa, sin dinero ni nada en mi poder, y pedí al conductor que me prestara su teléfono para hacer una llamada. Repiqué a mi celular recientemente comprado y de nuevo robado, y me atendió una persona, saludándome como si me conociera. Le digo que no sé quién me está hablando, que por favor me devolviera mis cosas, y me dice que está bien, que sólo quiere verme para hablar. De inmediato sentí que era su oportunidad perfecta para asesinarme, pero accedí a un encuentro, y por espacios en blanco de los sueños no sé cómo terminé en el auto de esta persona.
El mismo era más o menos de mi tamaño, muy delgado y con facciones femeninas, su voz era aguda, también como de mujer, y vestía una franela ajustada con bermudas y sandalias. También tenía un ojo tapado por un objeto negro oblícuo que se movía de vez en cuando. Este me llamó por un rato la atención, ya que me interesaba conocer el desperfecto del ojo, y en un momento que se movió, no vi que tuviera nada, ambos ojos estaban en perfecto estado. Al verlo, lo primero que hago es preguntar si él fue el encargado de tantos asesinatos, me dice que no, pero que está muy cerca de encontrar la verdad, y de repente me acerca una serie de objetos y ropa ensangrentados que tomó para recabar pistas. Entre las historias que contaba sobre sus sospechas, llegamos a mi casa y toda mi familia también se montó en el carro. El afeminado nos llevó a su casa en un barrio que no conozco y allí siguió contándonos de sus estudios. Yo dudaba de si realmente él era un detective (para nada tenía pinta) y también me preguntaba qué tenía yo que ver en esa historia. De pronto mi familia decidió que era tarde y debían volver a casa, el muchacho extraño me devolvió el bolso con mis cosas, teléfono incluído, y nos llevó a casa. Al despedirme, observé que el extraño tenía marcas de sangre que no había visto antes entre sus ropas, morí de susto y salí del carro cuanto antes.
Ahora que lo pienso fue un sueño divertido, pero mientras dormía creí despertar del susto varias veces, pero volvía a dormir para continuar la historia.

El fin.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Goyo se va de vacaciones.


El pollo goyo.

Esta es la simple historia de un venezolano más, que comprende un poco de lo que somos cada uno y que nos caracteriza de buena o mala manera. A quienes les guste, dejen su comentario, y a quienes no,  ayúdenme a mejorar al personaje con nuevas ideas. Poco a poco lo irán conociendo, paciencia. Aquí se los dejo.


                Como ya muchos sabrán, Goyo es el hipocorístico de Gregorio. Su nombre completo es José Gregorio Salas, un nombre común y corriente que se presta para varios diminutivos o sobrenombres: Por José;  Pepe, Chepe, Cheo,  por Gregorio; Goyo, y por ambos: Jogo, Jogue, Jogre; Sin contar los que dado a su personalidad  tan interesante sus amigos cercanos le pusieron porque sí, como Gocholover, Gogris, El Gallo, Pata Paloma, Bigotes, y finalmente Pollo. No es que ahora sólo lo llamen de esa manera, sino que es la única que el Goyo ha aceptado.
                Hablamos de un hombre que si usara su energía y su cabeza para cosas importantes, podría llegar bastante lejos, pero la verdad es que por cosas de la vida, el hombre se ha venido descarrilando y va de mal en peor, consecuencia de su inocencia y facilidad para confiar en los que cree, son sus amigos (que es prácticamente todo quien se le acerca).
                Pero por ahora, basta ya de descripciones, vamos al grano con el capítulo de hoy (aunque no es novela ni serie, y tampoco tendrá fechas de estreno). Un día del pasado agosto, el Pollo decidió tomarse unas vacaciones, estaba agotado de ver los carros pasar -que eran pocos por la temporada- y esperar a que le llegaran con un trabajito. Así que pidió permiso a Amanda, su ex mujer y madre de su hija Paulita, para llevársela de vacaciones. Cuál fue su sorpresa cuando Amanda, sin pelos en la lengua, decide auto invitarse e ir con ellos. Su relación ha sido un tanto complicada, como toda relación, claro está, pero ese no es el punto.
                El Pollo había escuchado que en un lugar llamado Coron, existía algo parecido a un desierto, se podían caminar metros y metros sobre una arena clara y limpia como el mismo cielo, sólo que de otro color, y más allasito se encontraban las playas, deliciosas playas como si estuvieran en la costa. Después de horas de viaje, muchas pérdidas, y un par de problemas empáticos con su Malibu verde oliva del ochenta y dos, -ya saben, cuando se convive mucho tiempo con la misma pareja surgen sentimientos como discordia, resentimiento y odio, pero que finalmente por la costumbre o el poco amor que les queda se soluciona y hay una continuación feliz, a pesar de los golpes y el drama- llegaron finalmente a un lugar parecido, pero igual de chévere: Coro.
-No es el lugar que nos dijeron, pero la descripción es parecida, conformémonos con eso.
-Papi, la arena me entra en los ojos, no puedo ver nada.
-Anda Paulita, mira el lado positivo, les puedes llevar un poco de arena a tus amiguitos, para que con ella hagan eh, este, relojes de arena.
-Estoy cansada papi.
-Anda, Paulis, es sólo una vuelta y nada más, mira como esos niños se dejan caer de las montañas de arena, como si fuera un tobogán.
Luego de un pellizco y la amenaza de Amanda de que si lloraba no iba a salir del hotel ni probar la playa, Paulita se atrevió a subir por las colinas de arena.
-Pero qué divertido, podemos hacer angelitos de arena, qué dices Ama, es como volver a ser niños.
-Nunca has dejado de ser niño Goyo, es más, ya es como hora de que empieces a madurar. Debí haberme traído las sandalias viejitas, mira como se me pusieron estas.
-Esto parece leche en polvo, lástima que no se pueda comer. –Lo dice, a la vez que se pone unos granos de arena en la boca para saborearla-.  ¿Sabes cómo se dice leche en polvo en inglés?
-Sabes que no sé inglés, y no me interesa aprenderlo.
-Milk in dust, beibe, es una traducción metafórica.
-¿Meta qué?
-Olvídalo, vámonos ya que me entró arena en los ojos, no puedo ver nada.
                De modo que, luego de menos de 5 minutos en Los Médanos de Coro, la Familia Salas continuó su camino para saborear un poco de playa, sol y arena. Luego de dos horas de descanso, el Goyo volvió a poner su CD de merengue favorito, y comenzó a sonar “una de las mejores canciones de los 80”.
-Chicken bag, la asesina volvió, la asesina que rompió mi corazón volvió, volvió, volvió, volvió, ¡oh!. Vamos Paulita, canta conmigo, tienes que comenzar a aprender inglés, para que no te quedes como tu mamá.
-¿Y qué es chicken bag?
-Es hipotético, cuando compongas canciones recuerda que no todo debe ponerse en sentido literal, las prosas más elegantes son las que se escriben con sentido figural, es decir, que imagines las figuras o imágenes cuando dices la frase. En este caso, la asesina que le rompió el corazón al cantante, se lo puso luego en una bolsa para pollos, donde los guardan para la venta.
                Y así, Paulita calló el resto del camino, imaginando por qué una persona cantaría sobre una asesina que rompe corazones y los guarda en una bolsa para pollos muertos.